sábado, 19 de mayo de 2018

Una luz en una gran oscuriadad


    Amanecía otro día más en Inglaterra. John Brown se despertaba con un grito del encargado del orfanato diciendo que ya era hora de ir a trabajar. John bajo de su litera de hierro, se puso su camisa agujereada, su chaleco roto y su boina desgastada y se juntó con sus compañeros para ir a la fábrica.
    Èl era el encargado de limpiar chimeneas, porque era el más pequeño: apenas tenia 10 años. Pero ese día màs que nunca aunque, como siempre, no había desayunado ni cenado la noche anterior tenía mucha hambre. En los cinco minutos que tenìa de descanso, les pidió a sus compañeros que distrajeran a los encargados de la fàbrica para que èl pudiera salir. Mientras uno de sus compañeros se hacìa el desmayado, y otro llamaba a los de seguridad, logrò escapar sin que se dieran cuenta, pero debería estar de regreso antes de que volvieran al orfanato.
    Ya en las calles, John caminaba por el empedrado buscando un lugar que vendiera comida. Encontró una panadería y entrò solo pensando en comer, pero luego se dio cuenta de que no tenìa dinero. Su estòmago le ganò al cerebro y, sin pensar, salió corriendo con la bolsa de pan. Cuando había corrido veinte metros, se dio vuelta para ver si lo perseguían, y chocò con un hombre alto, vestido de traje y con una corbata negra. El panadero atrapo al huérfano y, cuando le iba a quitar el pan, el hombre de traje pagò por el niño.
    -Hola, mi nombre es Andrew White -dijo el hombre de corbata-Soy dueño de un restaurante.
    - Yo soy John Brown, perdón el pan, pero me escapè de mi trabajo para comer algo, ya que en el orfanato no me dan de comer- respondió John
    -¿Y todo lo que vas a comer es pan? Ven conmigo a mi restaurante, que vas a comer bien- propuso Andrew.
    Ese día John almorzó como nunca: comió pastas, carne, verduras y postre. Tal era la alegría. Cuando vio el reloj de pie del lugar, se dio cuenta que ya era hora de regresar. Saludó a Andrew y regresò a la fábrica, y de ahí al orfanato con sus compañeros.
    A la hora de la cena, John no tenìa hambre por primera vez, en su vida, y le dio su pequeña ración a un amigo. Los cocineros lo vieron y lo castigaron con golpes y sin comida por media semana.
   Al otro día John volvió a escaparse del trabajo para ir a comer a lo de Andrew. Repitiò lo mismo por una semana. El hombre se encariñò con el pequeño y  decidiò adoptarlo para que no fuera maltratado ni obligado a trabajar nunca más. A John le fascino la idea y rompió en llanto.
 Juntos fueron directamente al orfanato para hacer los trámites, pero al llegar castigaron a John por haberse escapado y le dijeron a Andrew que no podía adoptarlo, ya que el orfanato recibía mucho dinero por el trabajo del niño: era el único que podía entrar en las chimeneas para limpiarlas e invitaron al hombre a irse del lugar.
 Ese día los sueños de John fueron aplastados en un minuto, pero no iban a darse por vencidos. Andrew investigò los datos de cuànto recibìa por mes el orfanato por el trabajo del niño y decidió trabajar día y noche para pagarle al orfanato màs de lo que podia conseguir con el trabajo de John.
    El niño estaba pasando un mal momento, lo hacían trabajar el doble y encima no podía escaparse para ir a comer, ya que estaba muy vigilado. Andrew trabajò en el restaurante de día y de noche: Barría las calles de la ciudad, todo para conseguir más rápido el dinero y poder adoptarlo.
 A la semana, John creía que Andrew lo había abandonado y ni se había esforzado en adoptarlo. Pero él no sabía que Andrew ni siquiera compraba ropa, todo el dinero que conseguía lo ahorraba para adoptarlo.
    Luego de tres meses, Andrew ya había conseguido mucho dinero y estaba dispuesto a adoptarlo. Cuando llegò al lugar, vio a John muy lastimado y enfermo. Al mostrar le el dinero al  encargado del orfanato, este pensó que era el triple de lo que podría conseguir con el trabajo de John por cinco años. Entonces lo aceptò.
    Ese fue el día mas feliz de la vida de John, ya no lo importaba estar lastimado ni enfermo. Lo único que importaba era que había conseguido un padre que lo quería y lo cuidaba.